sábado, 5 de diciembre de 2015

"No eres tú, soy yo"

Si has dicho esta frase en algún momento de tu vida, entiende que ahora te llegó el turno de escucharla y no hagas dramas. A todos nos pasa... inseguridades, miedos, fantasmas del pasado o lo que sea... Cada quien tiene una forma combativa de vivir las transiciones del amor.

Foto: www.artelista.com
Yo no soy la más experta en este terreno y no hace falta convertirme en Cupido para entenderlo; pero sé que si quieres realmente a alguien y te sientes seguro del momento que atraviesan, no la usarás jamás. Ojo, usarla tampoco es un pecado; todo lo contrario, agradécele a quien te la diga, porque es un gesto de respeto y valentía.

Generalmente a nadie le gusta escuchar el cliché: "no eres tú, soy yo"; pero  es difícil encontrar otra manera sutil de decir "lo siento, soy un perdedor y no puedo seguir"... Da igual, el efecto es el mismo; sin embargo, el trasfondo de la frase es lo importante. Te están queriendo decir: "si yo (como individuo) estuviera en otras condiciones, con una persona como tú sería totalmente distinto; pero no es así".

Me parece valiente, porque más allá del motivo, "no eres tú, soy yo" refleja una lucha interna y sin duda, decidir no pedalear más, porque puedes lastimar a alguien inocente, es liderar un acto de justicia.

Muchas veces callamos, sonreímos, besamos y hasta tenemos sexo con alguien, sin querer hacerlo; pero luego llegamos a casa, nos quitamos el disfraz y es ahí cuando sentimos culpa. No sé a ti; pero a mí, los sinsabores y las medias tintas no me gustan... y por eso, prefiero mil veces que me digan un "no eres tú, soy yo", a tener la sensación de que me mienten, me echan culpas o inventan excusas.

En este momento de mi vida, en el que me he encontrado conmigo misma y en el que estoy abierta a tener algo serio con alguien, creo que es más sensato ser escueto a la hora de expresar lo que se piensa, se siente y se quiere, porque con "las cuentas claras y el chocolate espeso", como diría mi madre, es más fácil encontrar el camino indicado.





lunes, 18 de mayo de 2015

¡Que no quede nada en el tintero!



Estuve convencida hasta hace poco, de que en una ruptura amorosa generada por decepción, lo mejor era "no perder el tiempo en diálogos y echarle tierrita al asunto"; pero me he dado cuenta, de que esa conducta corresponde a una muestra de: inmadurez y resistencia a liderar un adiós definitivo.

Hace un par de meses, leí algo que me hizo reflexionar frente al cierre de los ciclos, en el libro "Adulterio" de Paulo Coehlo: "porque las cosas que no terminan claramente siempre dejan una puerta abierta, una posibilidad inexplorada, una oportunidad de que todo pueda volver a ser como antes", ¡NADA MÁS CIERTO!...

Como la escéptica que soy, me dispuse a comprobar la veracidad de la dichosa frase, en el intento de dejar atrás al más reciente de mis tormentos... Decididamente, una mañana acudí a un encuentro "no planeado" con el susodicho, en el que no quería entrar en confrontaciones, ni permitir el espontáneo y patético lagrimeo; pero sí, dejar claro que no tenía interés en que la cosa entre los dos volviera a ser como antes.

A pesar de que el tipo NO captó la idea de que NO tenía interés en volver a su lado (porque es un egocéntrico de m... y jura que todas las mujeres mueren por él), al pasar unos días sentí una paz interior única. Me liberé de una carga emocional que no me hacía bien y de paso, le dí una lección al tipo, que debe estar acostumbrado (con su poder, inteligencia, elocuencia y demás) a que las féminas le rueguen; pero esa regla conmigo NO funciona, porque soy una chica de sentimientos blandos con convicciones firmes y era el momento de dar un adiós definitivo.

Sé que cuesta tomar la iniciativa, por supuesto y no lo hice sólo porque la frase de Coelho me motivara a mirar en introspectiva, sino también, porque creo que con la misma valentía que le das la "bienvenida" a alguien a tu corazón, debes aprender a dar un "adiós". Es importante sentarse a hablar, así sea por última vez, basta con tener una actitud de respeto hacia la otra persona y presentar los argumentos con sensatez, nada de victimarse. 

Tengo la seguridad de que el "deber ser" de las relaciones, es invertir esfuerzos, tiempo y sentimientos, en experiencias que edifiquen como persona y brinden tranquilidad. Si tienes una pareja que no te la da, simplemente no dudes en decir: "chau".













martes, 31 de marzo de 2015

¡Libre de amores tóxicos!



Cuesta dar fin a aquellos amores tan adictivos como tormentosos, que se atraviesan en nuestro camino, dejando cicatrices, sentimientos de culpa y hasta falsas ilusiones.

Parece que las mujeres del siglo XXI, nos acostumbramos a amar a este tipo de hombres inescrupulosos, que llegan a nuestra vida, la vuelven literalmente un ocho y como si fuera poco, nos quitan la esperanza de sentirnos amadas y respetadas.

No se trata de encontrar al príncipe azul (el de los cuentos de hadas), pero es que en este planeta abundan los sapos y francamente es un desgaste emocional. 

A prueba y error, he encontrado algunos chicos que valen la pena; pero por cosas del destino resultan viajando a otro país, teniendo pareja con anillo incluido, gays o movidos por alguna inspiración celestial. Cuando tropiezas de bruces con ellos, no hay nada más qué decir o hacer. Simplemente, hay que ceder el turno.

Seguro que no soy la más experta en superar amores tóxicos, pero lo intento y no me rindo hasta lograrlo. El último desamor que tuve, fue hace un par de años y 3 meses; hoy puedo decir orgullosa, que aquel sujeto no me importa en lo absoluto; pero para ser franca, su paso por mi vida dejó una huella tan grande, que estoy soltera desde ese entonces. Me resisto a creer en el género masculino.

Siento que el amor que debe primar, es el propio. No puedes mendigarle tiempo, ni amor a nadie (sí, a nadie). A veces, la soledad es la mejor compañía y siempre que se cierra un ciclo, lo mejor es estar sólo para equilibrar las emociones, leer un buen libro, hacer lo que más te apasiona, definir prioridades y trabajar por ellas.

Aprende a cerrar los ciclos para no reincidir en los errores del pasado...

Fragmento de: Adulterio por Paulo Coelho.