lunes, 4 de junio de 2018

¡Ay, mi Juana!

¡Qué dulce y salvaje es mi Juana! 
Adorna con trenzas su melena rizada,
ladea su cadera como fiera entrenada.
Y hechiza a los hombres con su mirada malvada.

¡Qué melosa es mi Juana al llegar el alba!
Triste y serena cuando el sol no llama,
misteriosa e indomable, cuando la noche clama.

A amar no estaba ella acostumbrada,
quizá por un pasado que la acongojaba.
A veces tierna, a veces dura,
A veces abierta, a veces cerrada,
A veces tan mía, a veces de tan ajena.

¡Ay, mi Juana!
Pobre de mí, que muero por sumergirme entre tus pechos blandos,
pobre de mí, que impaciente espero tus besos y tus abrazos,
condenado estoy a amarte y a entenderte,
condenado a besarte y a protegerte,
a sembrar vida en tus fértiles tierras,
a crecer a tu lado, aunque me envejezca.





lunes, 28 de mayo de 2018

El centro no se rasga

Una vez más, en Colombia ganó el uribismo y la política del miedo. 

La polarización como primera lectura de los resultados electorales del domingo 27 de mayo, refleja la división social producto del inconformismo frente a la corrupción que azota al país y el profundo deseo de cambio.

Es difícil entender desde la lógica, por qué el uribismo sigue siendo la fuerza política dominante del país y por qué hay personas que todavía creen en la gestión de una persona cuestionada e investigada por tantos casos de corrupción. 
¿A caso, todos los ministros y funcionarios de Uribe, ya condenados, conspiraron en su contra para hacer todo a su espalda?, ¿no es demasiado ingenuo pensar así?

Soy consciente de que Colombia es un país históricamente derechista y sabía que Duque iba a ganar mayoritariamente en la primera vuelta; pero no dimensionaba que iba a ser con un porcentaje tan alto (39,1%), teniendo desde mi punto de vista a contrincantes de peso, como Petro (25,1%), Fajardo (23,7%) y Vargas Lleras (7,3%) del que todos esperábamos una mayor votación por el tiempo legal y extra legal que lleva en campaña.



Abiertamente diré que voté por Fajardo. Lo hice porque creo en la educación y en la fórmula que le sumó músculo a su candidatura: "Claudia López + Robledo", senadores con una trayectoria intachable, y porque creo en el centro como punto conciliador para ese gran cambio que buena parte de la población colombiana anhela y merece.

Francamente, no acudí a la urna con la intención de ganar. Deposité mi voto, porque con esa decisión podía ir a la cama tranquila, sin remordimientos. Elegí esperanza, transparencia, educación, dignidad y oportunidades. ¿Me quemé?-Sí, no lo voy a negar, pero voté por lo que quería.

Hoy, al ver la diferencia tan acortada entre los votos de Fajardo y los de Petro, me retumba en la cabeza el reproche de: "si se hubiese adherido De la Calle a Fajardo, estaríamos adentro"; pero darle demasiadas vueltas al tema es como esperar una conclusión a partir de: "si mi tío tuviese tetas, sería mi tía".

No hay tiempo para lamentaciones. La vida sigue y hay que decidir el 17 de junio. Pero, me gustaría subrayar lo risible que es ver en el día posterior a las elecciones, a uribistas y petristas intentando persuadir a los fajardistas. ¿En serio creen que esos votos de opinión se pueden sumar a sus campañas radicales? Los de Fajardo ya no son los indecisos.

Esto no se trata de ser tibio, como han tildado a Fajardo por sus declaraciones "ni Duque, ni Petro". Se trata de ser consecuente. Habrá quien se sume a Petro para evitar que gane el candidato de Uribe (respetable); pero su voto será en vano, porque Duque tiene una ventaja cercana a los 3 millones de votantes.

Si usted no se siente identificado con las ideas de Petro o de Duque, no vote por ninguno de ellos para evitar que gane el otro. Esto es como elegir entre el Cáncer o el Sida. Si no quiere tener esas enfermedades vote en blanco o búsquese la vida, pero dé un voto de opinión, por convicción, porque se sienta representado con ideas y programas, y no por miedo a...






domingo, 4 de marzo de 2018

Mi muso

Mi memoria nunca fue la mejor. Recuerdo que de pequeña, mi madre me reñía por olvidar los libros y extraviar los colores en el colegioCon frecuencia olvidaba nombres, conversaciones, incluso deberes si no los apuntaba en el cuaderno; pero los rostros, eran algo que jamás se difuminaba de mi mente, y por suerte, tampoco las ciudades con sus capitales, ni las normas ortográficas. Eso me ayudó a salvar la primaria.

La música y la literatura fueron mis pasiones desde siempre. De hecho, mi sueño es convertirme algún día en escritora; aunque, cuando leo a autores como Auster, Benedetti, Borges, Galeano, García Márquez, Shakespeare, Vargas Llosa, entre otros, pienso que no soy lo suficientemente buena, porque no tengo la capacidad de ellos para describir, ni recrear situaciones o personajes. Para eso hay que tener un talento especial o mejor dicho, hay que nacer con el.

Confieso que más de una vez me animé a escribir poemas y canciones, pero al resultarme cursis decidí echarlas al olvido. Como soy periodista, mi estilo de escritura es minimalista, informativo y pragmático. Si a lo mejor, encuentro una historia que me toque las fibras, le pongo un sello emotivo, porque al escribir suelo pensar mucho en los lectores y busco que ellos también se sientan conectados.

No me gusta que mis textos pasen sin pena, ni gloria ante los ojos de un espectador. Después de todo, para mí, tanto el arte de escribir, como el arte de leer, merecen un respeto. Por eso intento leer mucho, para escribir algo (aunque sea poco).

Alguna vez, me han dicho que escribo bonito; pero pienso que para ser escritora hay que hacer más cosas que simplemente escribir bonito. Creo que hay que tener un estado mental apropiado para desplegar la catarsis, hay que tener como los grandes, una fuente de inspiración (un muso), un espacio apropiado que facilite la creatividad, un buen tema, un bolígrafo con tinta suficiente y una intención que seduzca.

Y señores (sin segregar a las señoras), es mi deber contarles que entre todo este universo de  cosas, he encontrado a mi muso. ¡Qué bonito es contar con su presencia! Cuando le miro, me doy cuenta de que es arte hecho carne y hueso. Es tan fácil perderse en el marino aroma de su piel, en las cortas hebras doradas ancladas a su cabeza, en sus ojos rasgados color anís que se vislumbran con timidez tras sus lentes, en su boca de tamaño minúsculo que me encierra en el dilema no incompatible de la ternura y la pasión, en su manos pálidas que me transmiten calma. Definitivamente, de esta manera es mucho más fácil escribir. Este ya es un buen comienzo para cumplir mi sueño.

Los invito a apasionarse por sus metas, a buscar sus fuentes de inspiración, a salir del molde y lo más importante, a valorar esos detalles pequeños que hacen la diferencia en la vida. Como lo diría el Principito, "solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos".